Un condominio situado en la región central de la ciudad de Guaporé, en el estado de Rio Grande do Sul, en una zona urbana cercana a un macizo verde, da paso a la Residencia Araucária. El propietario del terreno buscaba una casa que generara calidez y sentido de pertenencia. Para ello, la integración en el contexto era natural. Las inspiraciones para el proyecto se basaron en los elementos naturales presentes, como la topografía representada por el terreno inclinado, la insolación, los cambios climáticos del estado, la ventilación, las vistas y el respeto al medio ambiente.

La casa tiene un diseño de planta baja que relaciona el entorno con los alrededores. El condominio tiene calles anchas por las que los residentes pasean con frecuencia. Así, con la escala baja de la casa y la vegetación alta en la parte trasera, las personas que pasan por la acera pueden ver este bosque -que ya estaba presente allí y que, con la intervención del condominio, se convierte en el fondo de algunos lotes privilegiados- y experimentarlo. La misma situación es válida en la ausencia de muros en la propiedad, lo que hace que la acera parezca más amplia y permite que la gente preste atención al espacio natural.

Como primer contacto, la fachada de la casa es la propia estructura que, en forma de "L", actúa como límite exterior. Este muro ha sido elaborado componiendo piedras locales seleccionadas y cortadas a mano en un trabajo artesanal personalizado, lo que lo hace visualmente presente en la espacialidad de la casa. Las demás paredes de la casa son de doble estructura, lo que evita la oscilación térmica del día y la noche.

Cuando se abre la puerta principal, se puede ver un jardín interior que actúa como separación entre el entorno social de la derecha y el íntimo de la izquierda. De manera burda, la función que cumple el jardín es la de un espacio de respiración en medio de la casa, integrando libremente los espacios hacia el exterior, lo que lo convierte en una planta ambigua. Los vacíos presentes, en lugares estratégicos de los forjados superiores, forman parte del proyecto y también de los ambientes que más relación generan con el exterior. Pero esta forma da sombra, una luz diferente, hace circular el viento, ofrece vistas y una sensación de protección. Representan la composición entre el sol, el viento y la función de separación entre el interior y el exterior. Y están presentes en el pasillo que conecta las habitaciones y los baños en el entorno íntimo y en el jardín interior de la entrada, generando luz durante todo el día.

Las vistas de la casa están estratégicamente orientadas hacia los paisajes naturales del entorno, como las ventanas de los baños que dan al bosque, las ventanas de los flujos y la ventana principal del comedor que da al majestuoso árbol de Araucaria de la calle. Esta ventana se convierte en un retablo viviente para la contemplación de la antigua especie que da nombre a la casa.

La ubicación de la casa en una parte baja del condominio y muy cerca de una zona verde da la posibilidad de un techo verde, dando a todos los residentes la sensación de fluir con el paisaje, donde con la vegetación de la casa, pasan a través de los huecos y dan la sensación de que la casa está dentro del bosque natural. La replantación de árboles procedentes de terrenos vecinos que habrían sido desbrozados ha facilitado esta fusión.
Un diseño específico no sería apropiado para la Residencia Araucaria porque la propia casa -su estructura y lo que representa- es la principal obra de arte.

